Nach Bach

El Ciclo de Cámara de Auditorio de Tenerife presenta el concierto de piano Nach Bach: Vasos comunicantes, del músico José Luis Castillo.

NACH BACH: VASOS COMUNICANTES

Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía

habla consigo misma como debe haber sucedido en el  seno de Dios

poco antes de la creación del mundo.

Johann Wolfgang Goethe

Siempre se ha dado por sentado que el Capricho sobre la partida del amadísimo hermano de Johann Sebastian Bach podía haber sido compuesto en honor a uno de sus hermanos mayores, el oboísta Johann Jakob, quien tuvo que dejar el hogar familiar para unirse a la orquesta del rey de Suecia, Carlos XII.  Sin embargo Christoph Wolff ha argumentado recientemente que, por distintas razones, la despedida estaba dedicada a un amigo cercano, concretamente Georg Erdmann, quien marchó para Lüneburg. Compuesta cuando Bach contaba con diecisiete años, se trata de la única obra programática para teclado del autor. Estructurada en seis movimientos, cada uno de ellos describe la historia: en el primero una melodía de carácter tierno, presenta las súplicas de los amigos intentando persuadirle de la partida. En el segundo una breve fuga muestra el aviso de los amigos de los posibles peligros que puede encontrar a lo largo de su viaje. Habiendo fracasado en el intento por convencerle se reproduce en el tercer movimiento el lamento general, a través de la forma de passacaglia y en la profética tonalidad de Fa menor, empleada ulteriormente por Bach para su música más expresiva y dolorosa. El cuarto movimiento muestra a los amigos aceptando lo inevitable y preparándose para la despedida. Entonces llega el carruaje de correos, anunciado mediante la corneta de postiglione (quinto movimiento). La obra finaliza con una brillante fuga en la que se reproduce de nuevo el motivo de la corneta. Hubert Parry se refirió a este Capricho como “la obra más ingeniosa escrita, en su género, que había sido escrita hasta el momento”.

Concentradas y emotivas emotivas hasta el extremo, las Variaciones sobre el tema Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen (Llorar, gemir, atormentarse, dudar), fueron compuestas por F. Liszt con motivo de la muerte de su hija Blandine Olivier, en 1862. El tema principal procede del primer coro de la Cantata BWV 12 de J. S. Bach. La obra, al igual que el mencionado lamento del Capriccio BWV 992 de Bach, está escrita en la lúgubre tonalidad de Fa menor. En forma de passacaglia y tras una breve introducción, se exponen cuarenta y tres variaciones, un recitativo, otro grupo de variaciones algo más rápidas y finalmente un coral en la luminosa y consoladora tonalidad de Fa mayor, Wass Gott tut, das ist wohlgetan (Lo que Dios hace está bien hecho), extraído igualmente de la misma Cantata BWV 12. Con progresiones armónicas que anuncian a César Franck y Alexander Scriabin, la obra fue dedicada al gran pianista Anton Rubinstein quien, sin embargo, nunca la tocó en público.

Un parte de la grandeza de Bach radica en la satisfacción que experimentaba al incorporar y asimilar nuevas influencias y estilos musicales. Por ello a principios del siglo XVIII, y con el objetivo de desarrollar su técnica compositiva, decidió transcribir varios conciertos de Antonio Vivaldi, seducido por el estilo del veneciano. En la doble transcripción que escucharemos esta noche, partiendo de Vivaldi hasta llegar al pianista australiano William Murdoch, la obra ha atravesado diversos cambios, sobre todo en lo concerniente a los tempi. Aunque las directrices de Vivaldi en este sentido son bastante claras, el primer y último movimiento no presentan indicaciones específicas en la versión de Bach, lo que ha permitido a Murdoch reconvertir el ligero y fluido Allegro inicial, a modo de ejemplo, en una obertura más densa y oscura, muy en la línea de las transcripciones de F. Busoni. No obstante, y aunque la textura de esta versión es bastante alejada del estilo galante inherente al concierto original, la estructura global de este permanece completamente inalterada. El propio Bach reelaboró y densificó en su momento algunas melodías y diseños de acompañamiento con respecto a la obra de Vivaldi, para adaptarla a las especificidades idiomáticas del órgano. En este sentido consideramos legítimo mencionar que Murdoch simplemente ha expandido y desarrollado sus directrices.          

Las tres piezas cortas que escucharemos a continuación están programadas para ser tocadas sin solución de continuidad. Todas ellas transcripciones, se trata de una invitación a la reflexión: primero con la invocación al perdón divino por parte del creyente penitente, a través del coral para órgano Erbarm dich mein, o Herre Gott BWV 721 (Perdóname, oh Señor Dios). Posteriormente, mediante la contemplación del asombro por la muerte de Jesús, encarnado en música bellísima, de expresión estática y de maravillada y serena belleza en el aria para soprano  Aus Liebe will mein Heilend Sterben BWV 244 (Por amor va a morir mi Señor). En medio de estas dos transcripciones nosotros quizás podremos encontrar algún consuelo en la visión que de la muerte, como una transición dulce y sosegada hacia el más allá, plasmó Gabriel Fauré en el Agnus Dei de su Réquiem.

Se ha escrito de manera tan acertada y profusa sobre la Chacona de la Partita para violín solo BWV 1004 de J. S. Bach que consideramos innecesario extendernos más en ese sentido. En esta ocasión podremos escuchar el arreglo que Johannes Brahms realizó para la mano izquierda sola. Se trata del quinto de una serie de estudios o ejercicios compuestos por el autor entre 1869 y 1979. En una carta del Brahms a Clara Schumann somos testigos de la visión que el creador de las famosas Variaciones sobre un tema de Paganini tenía acerca de la Chacona: “esta obra es en mi opinión una de las piezas musicales más maravillosas e incomprensibles. Usando una técnica adaptada a un instrumento pequeño este hombre abarca un universo completo con las expresiones más profundas y los sentimientos más intensos”. Escrita por Bach a modo de Tombeau, podríamos considerarla meditación trascendente y reflexiva del compositor tras enterarse, al regresar de viaje, de la inesperada muerte de su primera esposa Maria Barbara. Es este uno de las poquísimos casos en los que podemos apreciar claramente cómo el dolor en el contexto vital del autor se plasma, a través de un sentidísimo homenaje, en su creación artística. Concluimos con esta obra el viaje propuesto a través la figura de Bach como hilo conductor, en el que varios caminos se han entrecruzado de manera constante y en varios niveles: el viaje físico iniciado con su Capriccio, el estilístico del Bach que transcribió y ha sido transcrito de muy diversas maneras a través de otros autores y por último, el periplo vital y espiritual, cristalizado en reflexión profunda del dolor interno.

José Luis Castillo Betancor