Alba Ventura

Auditorio de Tenerife programa dentro de sus conciertos de piano un recital a cargo de Alba Ventura.

El respeto y la admiración de unos artistas hacia otros ha sido, a lo largo de la historia de la música, un aliciente y una fuente inagotable sobre la que construir una nueva obra musical. Este programa versa sobre la inspiración de dos grandes compositores, Mompou y Granados que reinterpretan, y en cierto modo homenajean, la obra de otros dos grandes creadores, Frèdèric Chopin y el pintor y grabador español Francisco de Goya. Una referencia explícita sobre la que recrearse y exprimir todo el potencial artístico que comienza con las variaciones sobre un tema de Chopin, creadas por Mompou de una manera refinada y austera a partir de un pequeño preludio en la mayor de Chopin. En ellas, Mompou obtiene la mayor plenitud y riqueza sonora utilizando una gran economía de recursos gracias a su exquisito tratamiento armónico y su sensibilidad innata.

La obra de Granados Goyescas, toma como inspiración las pinturas de Goya expuestas en el Museo del Padro de Madrid. Inicialmente estas piezas fueron subtituladas globalmente como “Los majos enamorados” y  evocan una España galante que el propio Granados quiso personalizar. “Quisiera dar en Goyescas una nota personal, una mezcla de amargura y gracia (…) el ritmo, el color y la vida claramente española, la nota sentimental, unas veces repentinamente amorosa y otras dramática y trágica, tal y como aparece en la obra de Goya”.

La primera de ellas, Los Requiebros, posee el sabor de las tonadillas, con un espíritu galante y en las que se inspiran dos motivos muy variados sobre una base rítmica de jota. La Maja y el Ruiseñor por el contrario evoca una melancolía soñadora que concluye con los trinos de un ruiseñor que responde a la enamorada sin alterar el encantamiento de un “nocturno” pianísticamente refinado. Granados compuso además una séptima obra, El Pelele, sobre el último cartón de Goya que posteriormente se convirtió en tapiz. Una obra fresca y pícara que se ha convertido en una de sus obras más populares.

Se cierra este recital regresando a la fuente de inspiración. Si tenemos en cuenta que Chopin sólo tuvo al piano como su confidente más íntimo, los 24 preludios representan la máxima expresión de sencillez y pureza que escapan a toda clasificación. Escritos según el orden de las veinticuatro tonalidades de la escala, son admirables por su diversidad y su exquisita riqueza armónica. En palabras de Franz Liszt tienen “el aire libre y grande que caracteriza a las obras geniales”.