Gesualdo: éxtasis cruel
Auditorio de Tenerife programa, dentro de su Ciclo de cámara, el concierto Gesualdo: éxtasis cruel del Exaudi Vocal Ensemble.
Durante este programa tendrá lugar el estreno absoluto de Verano, un encargo, específico para esta formación, de Auditorio de Tenerife al compositor canario José Herrero. Se trata de una composición que parte del poema del mismo nombre del escritor palmero Félix Duarte Pérez, quien escribió una colección dedicada a cada estación del año. "Es un texto inspirador que me abría muchas posibilidades musicales", asegura Herrero, quien suele componer para conjuntos corales. "Para mí es un honor que un grupo como el Exaudi Vocal Ensemble estrene una de mis obras", comparte.
"Quise reflejar las sensaciones de la calma y el estío, las labores del campo, la vida rural, las tardes al sol; trato de llevar a la música esas evocaciones", comenta el compositor, quien explica que "quería dejar patente algo nuestro, de la esencia de lo que tenemos los canarios".
James Weeks, director
Emma Tring, soprano
Jessica Gillingwater, mezzosoprano
Tom Williams, contratenor
Stephen Jeffes, David de Winter, tenores
Jimmy Holliday, bajo
Carlo Gesualdo (1566-1613)
Madrigales (selección de los libros V y VI)
Gioite voi col canto (libro V)
Se la mia morte brami (libro VI)
S’io non miro non moro (libro V)
‘Io parto’, e non più dissi (libro VI)
Asciugate i begli occhi (libro V)
O dolorosa gioia (libro V)
José Herrero (1976)
Verano (estreno absoluto)
Patrick Hegarty (1996)
Recitation
Carlo Gesualdo (1566-1613)
Madrigales (selección de los libros V y VI)
Itene, o miei sospiri (libro V)
Moro, lasso, al mio duolo (libro VI)
Languisce al fin chi da la vita parte (libro V)
Gesualdo: Madrigales de los Libros V y VI
Cuatro siglos después de su muerte, Carlo Gesualdo, Príncipe de Venosa, sigue siendo el músico más tentador, el mito más seductor. Nos sentimos atraídos por la oscura llama de esta música - extraña y obsesiva - como lo hacen las polillas por la vela o como los amantes que no se pueden despedir. En el corazón de este trabajo reside un sentido del misterio, una introversión, un tipo de silencio: sus armonías extremadamente cromáticas y sus indómitas polaridades no son un mero artificio o exotismo; manan de un alma de otra naturaleza que está lejos de nosotros, fuera de nuestra cosmología, orbitando otro sol.
Es el tipo de música que engendra mitos, y la vida triste y turbulenta de su compositor genera muchos. Durante su tiempo se consideraba que Gesualdo era un hombre de carácter raro. Se le solía describir como alguien melancólico (término comodín). Pero también hemos leído que era bastante locuaz y, salvo por su semblante, no presentaba signos de ser alguien melancólico. Le consumía su obsesión por la música. No hablaba de nada más, distraía a los escuchantes mostrando a todo el mundo sus partituras para inducirlos a maravillarse por este arte. Según la hipótesis del becario Glen Watkins, Gesualdo sufría trastorno bipolar; otros han sugerido el diagnóstico de un trastorno subyacente de personalidad Tipo B (con una imagen de sí mismo inestable y tendencia a ver las cosas como buenas o malas) que podría aclarar su comportamiento (y su arte). Sería muy simplista asumir que su conocido uxoricidio, cometido en 1590 cuando Gesualdo tenía 24 años, fue el único o principal desencadenante de sus rasgos psicológicos. Muy al contrario, surge la imagen de un hombre cuyo trastorno subyacente de la personalidad se ve exacerbado por diversos traumas físicos y mentales en distintos momentos de su vida hasta llevarlo a un estado final de tortura mental constante y severa. La música no lo puede ayudar, pero así lo refleja, e indudablemente las polaridades de humor, de textura, de estilo armónico en el que se basa el estilo de Gesualdo son indicios. Sin embargo, no se trata de música incoherente y 'loca'; pese a su comportamiento fuera de la norma, sigue siendo música lúcida, comunicativa (incluso de forma extrema), artísticamente estructurada y técnicamente virtuosa.
Los madrigales de los libros Quinto y Sexto, de los que se han extraído todas las piezas de este concierto, se suelen describir como obras 'tardías' por haberse publicado en 1611, al final de la vida de Gesualdo. No obstante, y según la afirmación del propio Gesualdo, fueron compuestos durante su larga estancia en la corte de Ferrara, entre 1594 y 1597; sin embargo, no fueron publicados al considerarse musica reservata (música particular para ser exclusivamente apreciada por los entendidos) que finalmente se publicó con el único fin de aclarar las cosas y confundir a sus imitadores y plagiarios. Como muchos compositores aristócratas de su tiempo, Gesualdo fue un vanguardista natural, y no se puede sobreestimar la importancia de su visita a Ferrara. Desde que Vicentino experimentara en la década de 1550 inspirándose en la antigua Grecia para generar música cromática y microtonal, Ferrara fue la capital indiscutible del cromatismo. El clave microtonal de Vicentino, el archicembalo, aún se podía escuchar aquí en 1590, interpretado por Luzzasco Luzzaschi, el madrigalista y maestro del legendario Concerto delle donne. Gesualdo estaba muy impresionado por la música de Luzzaschi; al parecer, ambos compositores se enzarzaron en una especie de duelo editorial de madrigales, o como mínimo en un intercambio artístico. Si es cierto que estas obras fueron escritas en Ferrara por el treintañero Gesualdo, tenemos que desechar algunas de nuestras ideas más preciadas sobre su estilo aislado, tardío y, por el contrario, abrazar la idea de que fueron escritas por un hombre joven durante el ardiente calor de la inspiración y trabajando en el mismísimo epicentro de la innovación musical. (Es ineludible compararlo con Monteverdi, quien hizo una transición radical similar en Mantua en torno a sus libros IV y V a lo largo de la misma década).
Pero los sonidos de estas piezas no se parecen a los de Luzzaschi, ni mucho menos a los de Monteverdi. Gesualdo ha llevado el innovador cromatismo ferrarano hacia un lugar abrumadoramente personal y profundamente subjetivo. En estas obras parece estar hablando de sí mismo, como quien compone para conversar con su propia melancolía en vez de retratarla o paliarla para los demás. Io pur respiro, Io parto, io moro…resulta implacable el énfasis que hace de la primera persona del singular, el 'yo' del yo introspectivo. Las emociones oscilan entre extremos y van de la alegría maníaca al abatimiento lúgubre. Se busca el equilibrio, pero nunca se encuentra, se anhela continuamente la consumación, pero sigue siendo fugaz, cuando no totalmente ilusoria.
La experiencia de la música es asimismo inasible y fugaz. No basta con una vez: la consumación que deseamos, el sentido de integridad emocional y su compleción nos evade continuamente, se desliza atrayéndonos una y otra vez. Como sucede en casi cada madrigal, toca y renueva el mismo terreno expresivo, los mismos extremos irreconciliables de la emoción, moviéndose en círculos, obsesivo. La música resplandece para evaporarse en el aire. Nos quedamos maravillados con estos extraños mensajes mientras perduran para dejar que se desvanezcan en el silencio que los rodea.
James Weeks, director
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