La compañía española La Zaranda, Premio Nacional de Teatro, representa en el El Sauzal este fin de semana su última producción, ‘El desguace de las musas’
 

La Muestra Escénica Iberoamericana (MEI) termina su primera edición este fin de semana con dos funciones de El desguace de las musas, la última producción de la compañía Premio Nacional de Teatro 2010 La Zaranda, protagonizada por el actor Gabino Diego. Las representaciones serán en el Teatro El Sauzal el sábado [día 11] y el domingo [día 12] a las 20:00 horas.

Las entradas están disponibles en www.muestraiberoamericana.com, en la taquilla del Teatro El Sauzal 90 minutos antes de que comiencen las funciones y en la taquilla del Auditorio de Tenerife, de lunes a sábado de 10:00 a 19:30 horas. Además de las funciones, la compañía lleva en la isla desde el pasado lunes [día 6] impartiendo un taller de actuación y dramaturgia actoral dirigido a actores locales que finaliza mañana [viernes 10].

La obra, escrita por Eusebio Calonge y dirigida por Paco de la Zaranda, comienza cuando se abre el telón y el viejo cortinaje grana desprende tufo de sudor y desinfectantes. Las notas musicales se dispersan por la penumbra mal ventilada, antes de diluirse en el fondo de los vasos. Bajo los focos que proyectan azul noche, el diezmado corazón de cantantes ensaya una rudimentaria coreografía.

Pereza de albornoces, chándales y mallas remendadas, aliñado con boas desplumadas, brillantes quincallas y acoplamientos de micrófono. Carnes rígidas que esconden tantos deseos, miradas desnudas que saben de tantos ocasos. La mueca de la muerte, oculta última del maquillaje barato. En el espejo del camerino, rodeado por bombillas fundidas, ha quedado escrito con pintalabios: El desguace de las musas.

Allí se refugian estos restos de coristas, vedettes desfondadas, ruinas de cantante, agonía y furor de una cultura, a la hora de cierre, la nostalgia bailando en la penumbra, la hora en que las sillas se colocan sobre las mesas. Además de Gabino Diego, completan el reparto Inma Barrionuevo, Mª Ángeles Pérez-Muñoz, Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez.

Las propuestas de La Zaranda, fundada en Jerez de la Frontera y asentada actualmente en Madrid, se caracterizan por crear climas poéticos, alejados de estereotipos y ofrecen depurados textos oníricos, con ecos lorquianos y aires esperpénticos. El humor y las metáforas también son habituales en los montajes de esta compañía, que apuesta por un lenguaje lleno de resonancias filosóficas en transición permanente.

Han pasado casi cuatro décadas desde que La Zaranda emprendió su camino teatral, a lo largo del cual ha realizado una intensa labor creativa que le ha valido un gran prestigio internacional. Su trayectoria tiene como constantes teatrales el compromiso existencial y la fidelidad de sus raíces tradicionales; como recursos dramáticos, el uso simbólico de los objetos, la expresividad visual, la depuración de textos y la plasmación de personajes límite; y como método de trabajo, un riguroso proceso de creación en comunidad.

La Zaranda desarrolla una poética teatral que, lejos de formas estereotipadas o efímeras, ha consolidado un lenguaje propio, que siempre intenta evocar la memoria e invitar a la reflexión. Son incontables los festivales recorridos en más de treinta países de tres continentes.

Premiados por la crítica en Madrid, Barcelona, Montevideo, Buenos Aires, Nueva York o El Cairo, entre otras ciudades, han hecho residencia artística en el Théâtre Sorano de Tolosa de Llenguadoc y en la Biennale di teatro di Venezia. Han impartido cursos en la StateUniversity de California. Villanova University de Filadelfia, Institut del teatre de Barcelona, el CCBB Internacional de Säo Paulo, etc.

El origen del teatro La Zaranda se remonta a 1978. Partían de unas premisas de hacer camino: querer conducir la obra teatral hasta ese punto de tensión en que drama y vida confluyen, negar todo tipo de concesión al teatro muerto, con todos sus academicismos evidentes, al teatro de las falsas vanguardias, con patente de modernidad, aplicadas al decorativismo más banal, que nada más conduce al bostezo.